15 de septiembre de 1805 El hombre detrás del mito. conversación con el vicealmirante Nelson
De nuestro corresponsal de guerra : Fernando J. Suárez De Miguel (a bordo del Victory, al ancla en Portsmouth, 15-09-1805).
Gentilmente, Lord Nelson ha accedido a cedernos parte de su valioso tiempo para responder a nuestras preguntas, antes de zarpar para la bahía de Cádiz.
Pregunta (P): ¿Qué se siente al saberse un mito tanto para los propios como para sus enemigos?
Nelson ( N): No me considero tal. Se exagera mucho por ambas partes. Parece como si algunos pensaran que soy el único oficial de la Armada que hace la guerra a los enemigos del Rey.
P: ¿Pero no es menos cierto que es de los más combativos?. Su hoja de servicios así lo demuestra.
N: Si repasa las hojas de servicios de mis camaradas comprobará que en muy poco se diferencian de la mía. Todos nos caracterizamos por desempeñar nuestro cometido de la forma más adecuada y, en ese sentido, somos combativos por necesidad y por convicción.
P: ¿Podría Mi lord ser más preciso en cuanto a esos extremos?
N: La necesidad es algo obvio. Nuestra insularidad nos obliga a tomar la iniciativa siempre que sea posible pues es la única manera de asegurar nuestras rutas mercantiles y de abastecimiento. La sola idea de que barcos enemigos se dedicaran a hostigar nuestras costas igual que hacemos nosotros con las suyas me parece intolerable. En ese aspecto, Bonaparte no es consciente de lo vulnerable que es nuestra nación, de lo contrario habría replanteado su estrategia naval.
P: ¿Y en cuanto a la convicción de la que habla?
N: Es una consecuencia de la experiencia que proporciona la guerra en el mar. No hace falta ser un gran maestro de la ciencia militar, para saber que quien toma la iniciativa tiene ventaja sobre quien aguarda a recibir el golpe. En ese sentido, Gran Bretaña ha hecho de la ofensiva en cualquier circunstancia la base de su doctrina naval.
P: Mi lord se refiere sin duda a la célebre consigna de presentar siempre la proa al enemigo. ¿No le parece una actitud muy arriesgada en según qué circunstancias?
N: No voy a negar que sería, en efecto, una temeridad atacar un navío de línea con un bergantín. Sin embargo sí puedo decirle que nunca el Almirantazgo de Su Majestad juzgaría a un capitán por hacer algo así. Precisamente porque es la clase de actitud que se espera de un marino británico y también porque nadie en su sano juicio se atrevería a imaginar siquiera esa posibilidad. Nuestra reputación es, en estos casos, un arma muy efectiva.
P: Eso me lleva a formular una pregunta comprometida pero inevitable: ¿Qué opina de la actuación de Calder en Finisterre?
N: Le responderé como profesional anónimo pues no está en mi ánimo influir en las decisiones del Almirantazgo a ese respecto. Creo que Calder pecó de excesiva prudencia. Una mayor perseverancia hubiera logrado mejores resultados.
P: Aún así capturó dos naves españolas y evitó que Villeneuve uniera su escuadra a la de Gentaume en Brest.
N: Es cierto pero si la Armada empieza a adoptar actitudes fáciles y poco resolutivas como norma estaremos perdidos. Además, el solo hecho de virar en redondo y darle al enemigo la ventaja del barlovento es una imprudencia que podría haber resultado fatal.
P: ¿Cree que si, en vez de Villeneuve, la Combinada hubiera estado bajo otro mando hubiera sido otro el resultado final?
N: Sin duda alguna. El almirante Villeneuve es un hombre excesivamente rígido en sus planteamientos y muy poco imaginativo. Sería una buena elección como comandante de un apostadero o mandando una escuadra de bloqueo pero en absoluto le veo capacitado para la tarea que su Emperador le ha encomendado. En cambio Gravina sí es un marino ducho y con recursos. Es una suerte para nosotros que en esta guerra España juegue un mero papel de peón de Bonaparte en vez de contar como un aliado en igualdad.
P: ¿Piensa que Bonaparte no sabe sacar partido a lo que tiene?
N: En tierra sí que sabe, sin ninguna duda, pero en el mar desde luego que no. Su mentalidad es puramente continental y en eso le ayuda muy poco el servilismo de Godoy. Si España contase para Bonaparte como aliada en vez de casi como vasalla podría dejar que sus marinos se ocupasen de la guerra en el mar. Eso sería muy peligroso para Inglaterra.
P: Parece no compartir la tan extendida opinión por su país de que los españoles dejan mucho que desear en el combate.
N: Muchos de quienes sustentan tal opinión no han subido a un barco en su vida y mucho menos han estado en combate. De lo contrario mostrarían más respeto hacia los españoles. Son enemigos muy duros y tenaces, sobre todo si están bien mandados.
P: Disculpe la pregunta pero: ¿Esa opinión se la formó Mi lord antes o después del asalto a Tenerife de hace ocho años?
N: Sí y no. Por un lado pensaba que sería fácil tomar Santa Cruz dadas la imposibilidad de recibir refuerzos y la escasa calidad de la mayor parte de las tropas de guarnición, amén de la magnitud de nuestra fuerza. Por otro lado no olvidaba el fracaso del almirante Vernon en Cartagena [de Indias] en 1741. Por lo visto, el paso del tiempo no ha reducido un ápice su valor ni su espíritu combativo.
P: Antes ha mencionado que le preocuparía que Napoleón dejase a los marinos españoles la gestión de la guerra en el mar. ¿Hasta qué punto lo consideraría una amenaza?
N: Ya le he dicho que los españoles son buenos combatientes y también buenos marinos, muy superiores a los franceses, y en lo que respecta a la construcción naval han alcanzado un nivel de excelencia realmente notable. Sin embargo, deben enfrentarse a la dejadez, incomprensible por otra parte, a la que se somete a su Armada. No creo preciso entrar en detalles pero la falta de fondos, la escasez de tripulaciones experimentadas y esa acentuada costumbre de permanecer en puerto siempre que sea posible hacen muy poco a favor de una mayor profesionalidad. Si a ello sumamos que sus posesiones en América dependen en buena medida de una Armada operativa y eficiente no entiendo la razón por la que se la descuida tanto.
P: Ha hablado Mi lord de la construcción naval en España. ¿Tan buenos son los barcos que allí se fabrican?
N: Sin duda. España posee uno de los más grandes ingenieros navales de nuestro tiempo. Me refiero a Fernández de Landa. El San Ildefonso, por ejemplo, es una de las naves más marineras de cuantas han existido hasta la fecha. En cuanto a su Reglamento de maderas necesarias para la fábrica de los bajeles del Rey, del que por cierto disponemos de ejemplares traducidos, es uno de los mejores tratados de construcción naval jamás escritos.
P: ¿Cuáles son sus planes tan pronto vuelva a la mar?
N: Básicamente buscar y destruir al enemigo que está en el puerto de Cádiz. En tanto que no contemos con la total supremacía en el Atlántico no estará Inglaterra a salvo de una invasión.
P: ¿Lo arriesgaría todo en una batalla decisiva?
N: Sí. Sin duda alguna. A pesar de la fuerza de nuestros enemigos tengo plena confianza en nuestros buques y en nuestros hombres.
P: Para terminar. ¿Ha pensado Mi lord en intentar asaltar nuevamente Tenerife?
N: ¿Por qué no? Aún me queda un brazo.