DIAS PREVIOS AL COMBATE
De una parte, los ingleses vigilaban el puerto con una cadena de fragatas que avisaban al grueso de la flota de los movimientos enemigos. Ésta se hallaba escondida a 50 millas, para no asustarlos y que confiados salieran de su escondrijo.
En la bahía se protegía y organizaba la flota aliada. El 8 de septiembre, un consejo de guerra a bordo del Bucentaure, compuesto por seis mandos de cada bando, mostró la disparidad de opiniones, la falta de popularidad de Villeneuve y la no conveniencia de salir. Gravina contemporizaba con el francés porque sabía por Godoy que sus días estaban contados. En este impase de espera, la flota estaba preparada lo mejor que podía y en disposición de combate ( Gravina tuvo que pedir fondos al Ayuntamiento de la ciudad para pertrechar la flota y tres días antes pensó que la pólvora embarcada en Galicia no era de buena calidad, pero no le dio tiempo a hacer las pruebas de tiro).
Cuando Villeneuve se enteró por Decrés que iba a ser sustituido por Rosily, se encontró frente al dilema siguiente: si no salía pasaría a la historia como cobarde y el Emperador lo fusilaría, y si salía, quizás podría doblar el cabo de Trafalgar, a toda vela atravesar el estrecho y huir de los ingleses, o, si en el peor de los casos tuviera que presentar batalla, probablemente sería derrotado pero al menos moriría con honor. Todavía resuena en el aire sus palabras: “Se me hace arbitrio de grandes intereses y no puedo esperar nada bueno. Cuando salí de Toulon abrigué esperanzas pero cuando recogí a la flota española desesperé de todo”. Aquellos días en la bahía asistieron a la progresiva destrucción de ánimo, confianza y seguridad de Villeneuve.
La cuestión es que desoyó los consejos de los mandos españoles y de la conveniencia de permanecer en puerto. Éstos sabían que los ingleses en su bloqueo deberían soportar el mal tiempo que preveían los barómetros y la estación de invierno que se acercaba, con el consiguiente daño para su flota, que equivaldría a una victoria.
Así el 18 de octubre, a las 6 de la tarde, un cañonazo dio la señal de salida, pero no pudieron hacerlo por falta de viento. Cuando Villeneuve logró salir lo hizo sin confianza, a la desesperada, sin planes claros, con estrategias defensivas y de conservación de la flota y en el peor momento (próximo temporal). En Cádiz se presentía el desastre y la gente se concentró en la iglesia de “Ntra. Sra. del Carmen” a rezar. El 20 toda la flota estaba fuera de la bahía “y los gaditanos la despidieron desde sus azoteas blancas pues todo el mundo presentía un funesto desenlace”.
Dicen que a Churruca se le oyó decir: “Si oyes que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto”, esto no sólo habla de su valor y pundonor sino de su débil confianza en el éxito de la inevitable batalla. Es más, sale debiéndosele un año de pagas, escribe a su mujer para que las reclame en caso de que fallezca, y dicen que de su bolsillo pintó su barco, para ir dignamente a la batalla.